Maite Padilla.

Pedir Ayuda, un acto importante y difícil cuando hablamos de Salud Mental

Saber Pedir Ayuda.

Pedir ayuda no me hace débil, ni peor persona, ni fracasada, ni nada parecido, eso para empezar; (aunque durante muchos años lo he pensado).

Muchas veces las situaciones, mi realidad me supera y sé, reconozco que necesito ayuda; otra cosa muy distinta es que sea capaz de pedirla.

Y no es el orgullo, ni la vanidad, ni el ego, lo que me impide pedir ayuda, es simplemente mi cabeza, mi cerebro, yo; sí, yo soy, en ocasiones, mi peor enemiga.

Quizás también os pase a vosotros, pero a mí, lo que me lo pone tan difícil, es pensar que nadie me va a entender, que no van a querer ayudarme, que no van a saber; pero sobre todo, lo que me impide pedir ayuda es la vergüenza, así de sencillo.

La vergüenza de reconocer que no puedo yo sola, reconocer que tengo problemas que me superan, la vergüenza de parecer inferior.

La vergüenza de mostrarme como soy en realidad, mejor dicho como creo que soy.

Pedir ayuda no es sencillo, a veces nos puede el ego, pero en mi caso, se trata de vergüenza.
La vergüenza a mostrarme como soy, o mejor dicho como me veo, me ha impedido durante años, pedir ayuda.
La vergüenza es el miedo a mostrarte tal como eres.

Esto se debe a la educación que he recibido basada en:

  • Ser la mejor en todo
  • No poder quejarte de nada
  • No poder expresar emociones ni sentimientos
  • No parecer nunca débil, fracasada o inferior

Por eso he dicho al inicio, que durante muchos años creía firmemente que pedir ayuda me convertía en fracasada, en peor persona, en débil. La mentalidad de tener que mostrarme siempre fuerte y perfecta, me ha ocasionado graves daños a nivel de mi salud mental.

Afortunadamente crecemos, maduramos, aprendemos y volvemos a aprender puesto que olvidamos una y otra vez, os suena eso de «tropezar dos veces con la misma piedra», pues yo, he debido tropezar cientos de veces en mi vida.

Estoy diagnosticada de Depresión y Ansiedad Crónicas y, soy sobreviviente de Suicidio

Entiendo que para la persona que quiere ayudarme, a la que le pido ayuda o se presta voluntaria; no debe ser fácil, pero nada fácil, escuchar y resolver la situación.

Por eso, siempre insisto en:

Es cierto, no quiero que me de soluciones, no quiero que saque una varita mágica y resuelva mi realidad, (aunque bien pensado, tampoco estaría mal lo de la varita, ¿no?).

Ahora en serio, cuando pido ayuda, no estoy pidiendo que cambies mi realidad, son muchas las maneras en que puedes ayudarme y, para mí, todo empieza o debería empezar con una pregunta:

O en sus variantes:

  • ¿Cómo te puedo ayudar?
  • ¿Qué puedo hacer por ti?

Preguntar lo que la persona necesita/quiere es básico y fundamental; dado que tu puedes estar pensando que necesita escuchar que «todo va a salir bien», «de todo se sale», «dios aprieta pero no ahoga»; sin ser consciente del daño que causan esas manidas frases hechas.

Muchas veces me han dicho eso de «es que no sé que hacer», mi respuesta siempre es sencilla e idéntica:

Pregúntame en qué necesito ayuda, o cómo me puedes ayudar.

Y es que la mayoría de las veces, es bastante sencillo, la ayuda que te estoy pidiendo puede ser algo tan sencillo como:

  1. Quédate a mi lado
  2. Dame la mano, que note tu compañía
  3. No es necesario hablar
  4. Ayúdame a relajarme, pongamos música adecuada
  5. Hablemos de cosas sencillas, que me ayuden a distraer la mente
  6. Acompáñame a pasear, a que me de el aire
  7. No me juzgues
  8. Escúchame, a veces sólo necesito desahogarme
  9. Abrázame
  10. Acompáñame a una cita médica o a urgencias

Son pequeñas tareas, pequeños gestos que para mí, en eso momento, lo son todo; seguramente pueden parecerte bobadas y pienses que cómo me va a ayudar estar en silencio.

Pues me ayuda, muchísimo, puesto que, es lo que necesito en ese preciso momento, no estar sola, tu sola compañía me da seguridad, paz, tranquilidad, me ayuda a dejar de pensar, a relajarme, quizás a evitar una conducta suicida.

Entiendes mejor ahora la importancia de preguntar y no dar por hecho.

Efectivamente, pedir ayuda es un acto de valentía, de valentía y humildad.

Ya que supone reconocer tus limitaciones, reconocer que con las herramientas y recursos de que dispones, no eres capaz de dar solución al problema o problemas; supone al mismo tiempo conocerte mejor, ser consciente de que eres el responsable de ti mismo, es decir, te responsabilizas de tu situación y al no contar con los medios necesarios, pides ayuda.

Lo dicho, valentía y humildad.

Nunca, jamás te sientas inferior por pedir ayuda.

Añadiría también que, solicitar ayuda, es un acto de confianza en la otra persona.

Cuando hablamos de salud mental, de ideación suicida, de intento de suicidio, sentir que puedes confiar en alguien supone un alivio significativo; le resta una parte considerable al peso que conllevan estos pensamientos.

Otra cosa, es cómo te responda esa persona en la que depositas tu confianza y, sobre este tema, por desgracia, tengo mucho negativo que contar, demasiado.

La pregunta ¿Cómo te puedo ayudar? se hizo «famosa» con la serie New Amsterdam, y puede llegar a ser una gran herramienta de liderazgo.

Si quieres más información te dejo un blog, ExceLence Management donde hablan sobre la serie y la frase

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